Mi mayor confesión
Llevo bastante tiempo sin publicar algo en este blog, y es que estoy en un momento de mi vida un poco agobiante. Tengo varias tareas que atender a lo largo del día y no encuentro el momento de escribir ni la motivación.
Esto me ha llevado a recordar una especie de carta que escribí hace varios meses, casi coincidiendo con el momento en que decidí comenzar con este blog, y creo que debería dedicarle al menos una entrada ya que es una reflexión/confesión que hice cuando pasaba por un momento similar. Allá va, espero que lo entendáis, lo compartáis con alguien que esté pasando por otro mal momento, y os haga reflexionar sobre la forma en que orientamos la vida:
"En mi vida he estado más veces triste que contenta.
Nunca he sido una persona de las que les gusta el día de su cumpleaños, se levantan con el pie derecho y ganas de comerse el mundo, o de las que son felices con poco.
Al contrario, yo siempre he visto la vida desde una perspectiva negativa, donde todo es negro y gris, a veces blanco, pero nunca de colores.
Mi cabeza le ha dado siempre demasiadas vueltas a cualquier asunto, por tonto que fuera, y siempre ha esperado lo peor de cada situación.
De esta manera, yo iba alimentando mi "depresión interna" por llamarlo de alguna manera, en la que yo no me sentía a gusto conmigo misma ni con nada de mi alrededor. Me veía inferior a todo el mundo e incapaz de realizar mis sueños como lo hacían los demás.
Con estas "depresiones internas" llegaban días que tocaba fondo y no lo voy a negar, lloraba. Y a lo mejor lo hacía sin motivo alguno, pero podría llegar a llorar un par de horas, sobre todo por las noches, cuando mi cabeza estaba llena de pájaros.
Tras esos días de tocar fondo, todo volvía a la normalidad, mi normalidad, pero sólo por fuera. Por dentro no era más que un intento de engañarme y de no reconocer que no estaba bien. Y duraba unas semanas; después esa normalidad volvía a convertirse en mi otra normalidad.
Y entonces llegó un día en el que sí, toqué fondo, como muchos otros días, y fue muy profundo, por temas de estudios, familia, relaciones y los típicos temas. Pero esta vez, en mi cabeza se encendió una lucecita y no pude dejar escapar la oportunidad: había llegado el momento de cambiar, de empezar a vivir.
Me mentalicé con todas mis ganas de que mi vida no debía ser tan terrible como yo pensaba que era, que hay personas que están en peores situaciones que la mía y no se quejan de ello. La verdad es que esta frase es una frase muy típica que te suelen decir cuando te quejas por algo que te está yendo mal, y nunca pensé que yo iba a decirla algún día, porque siempre que me la decían yo contestaba algo como: "ya, pero es mi situación y son mis cosas, los demás no me importan".
Confieso que, en ese punto, intenté buscar consejo, porque ayuda suena demasiado importante para esto. Sin embargo, la parte fundamental de haber experimentado este gran cambio, ha sido el hecho de querer mejorar, de querer alcanzar la felicidad y poder abrir los ojos por la mañana y decir: ¡hoy es un bonito día para vivir!
La verdad es que estaba harta de sentirme mal por dentro y no saber exactamente por qué, harta de no concentrarme en nada, de no contentarme con nada, de ser egoísta en muchas ocasiones, de no atreverme a hacer las cosas que verdaderamente me gustan o quiero hacer. De no decir lo que pienso por miedo a lo que puedan pensar los demás de mí.
Estaba cansada de esconderme por pensamientos erróneos, falsas creencias y complejos absurdos que me importaban más a mí que a nadie.
Me dí cuenta de que el tiempo que empleaba en quejarme de las cosas y las energías que gastaba en empeñarme en que la vida me odiaba o que el mundo no estaba hecho para mí, me lo podía ahorrar, y en su lugar, hacer un ejercicio mental donde las cosas con ganas y constancia llegan antes que con lamentos y pensamientos envenenados.
Y, si en algún momento me siento mal o un poco triste, por cualquier cosa, ya no me echo las manos a la cabeza y empiezo a darle vueltas hasta volverme loca, no. Me mantengo tranquila y lo más importante, sonrío y hago ver a los demás que, a pesar de ello, soy feliz. Porque tengo muchísimos motivos para serlo, y fuerza para enfrentarme a las adversidades.
Todos estamos de acuerdo en que la vida no siempre nos da motivos para sonreír y para no encerrarnos en nuestro caparazón, pero me gusta pensar que no hay días malos, sino malas interpretaciones de días buenos.
Otra de las frases que me gusta recordar todos los días es que las cosas podrán ser muy difíciles de conseguir o de llevar a cabo, pero nunca serán imposibles mientras le pongamos ganas. Así como todo es acostumbrarse y, también, que lo único imposible de la vida es la eternidad, vivir para siempre.
Este esfuerzo mental que me propuse fue un reto, un reto muy grande. Pero tenía tantas ganas de poder decir ¡mírame, soy feliz! ¡No necesito gustar a nadie para serlo!, que enseguida comenzó a surtir efecto y empezaron a notarse los resultados.
A medida que pasaban los días, mentalizándome del cambio, sustituyendo mis pensamientos irracionales por otros racionales, repitiendo una y otra vez frases como las anteriores, etc., mi mente se fue haciendo más fuerte y fue olvidándose de muchas preocupaciones que me tenían atada.
Además, ya no tenía que forzar la manera de pensar para que los pensamientos venenosos desaparecieran, sino que con los días mi mente iba estando "más saludable".
Puedo decir, y espero que siga siendo así, que ahora no soy ni pesimista ni optimista, soy realista. Acepto las cosas tal y como son, según vienen, y no espero más de lo que sé que voy a obtener. Y por ello, ya no me quejo tanto de todo como solía hacer cada día, sino que me centro en lo bueno que tienen las cosas y en que siempre podrían ser peores.
Ahora, aprovecho más el tiempo teniendo siempre en mente que puede que mañana no esté aquí para decirle a alguien que le quiero, para dar ese abrazo que nunca he dado, para salir con mis amigos, para disfrutar con mis familiares, para jugar con mi perro, para aprender cosas nuevas, para vivir nuevas experiencias que me recuerden lo mucho que me gusta vivir y que son los pequeños momentos que no van a volver los que más hay que disfrutar.
Todo lo que he dicho hasta ahora podría resumirse en una sola palabra: VIVE. Porque la mayoría de nosotros vivimos, sí, pero nos olvidamos de cómo hay que vivir en realidad.
Nos olvidamos de que tener un trabajo, dinero, muchos amigos o ser una persona con mucho éxito, no nos sirve de nada si no conseguimos ser felices. Porque yo siempre he dicho que el dinero sí que da la felicidad, pero ese pensamiento ya no está en mi cabeza.
He tenido muchas cosas, he podido tener otras muchas cosas, y si pudiera elegir entre tener todo el poder y el dinero del mundo o poder volver al pasado, a esos momentos en los que por miedo o vergüenza no hice o no dije lo que necesitaba y quería, sin duda me quedaría con la segunda opción; la opción de expresar mis emociones y mis sentimientos, sin miedo a quedar en ridículo o a fracasar.
Porque el que no arriesga no gana, y yo ya perdí demasiado.
Ahora, prefiero vivir. Y todos deberíamos hacerlo."
Nos vemos pronto
Sigue madurando, princesa, y sobre todo y ante todo, se feliz!!! Te quiero
ResponderEliminarClaro que sí 😊
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